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Tiene 31 años, es natural de La Barca de la Florida y desde pequeño, sintió admiración por la artesanía y todo lo relativo a la piel.
Tras concederle el Ayuntamiento de Jerez el premio Ciudad de Jerez a la Creación el pasado 2015, Abraham Zambrana inaugura su primer showroom oficial. Comenzó a trabajar con piel de manera autodidacta y antes de terminar el colegio, ya empezó a instruirse de la mano del guarnicionero Manuel Vergel. “Por las mañanas iba al colegio y las tardes las pasaba en casa de Manolo aprendiendo.”
Fue este, quien le enseñó a hacer monturas y el que más tarde le animó a presentarse a las pruebas para poder cursar sus estudios en La Real Escuela de Arte Ecuestre de Jerez, donde estuvo estudiando. Es precisamente allí donde tras dos años de estudios, conoce a unas personas que vienen de intercambio, a través de las cuales se informa de que existen en Francia cursos reglados en este ámbito. Abraham tiene que trabajar bastante hasta que consigue plaza para seguir formándose en el país vecino, pero sin subvención ninguna; Debe correr él con todos los gastos. Su ambición es tal, que además de vender algunos objetos de valor, se pasa el verano trabajando para poder irse. Y lo consigue.
Allí estudia en el Liceo Agrícola de Mirandes donde su objetivo es especializarse en hacer monturas inglesas, que es lo que enseñaban. Pero pasado un tiempo, el curso le decepciona porque el nivel de formación no cumple sus expectativas. Llega a echar incluso de menos la formación de La Real Escuela de Arte Ecuestre que era bastante superior. Aun así, no cesa en su empeño, y a pesar de sentir cierta decepción y pasar un duro periodo de adaptación al país y al idioma, la recompensa le llega el día que conoce a un zapatero artesano. Fue en ese momento cuando supo lo que quería hacer: “Al entrar en aquella zapatería, me enamoré de lo que ese hombre hacía y lo ví claro”.
EN FRANCIA ENCUENTRA LA HORMA DE SU ZAPATO
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Compagina sus estudios con el trabajo en la zapatería durante una temporada, hasta que decide dejarlo todo para emplearse totalmente con el artesano francés. Le propone quedarse trabajando sin cobrar: “Yo le digo que no quiero dinero. Que tan solo me quedaría teniendo alojamiento y comida”. Con él pasa casi un año y medio trabajando muchísimo, pero como pago, el artesano dedicaba un día a la semana completo a enseñarle. Abraham le debe a este artesano del calzado gran parte de lo que es hoy. Él le enseñó casi todo lo que sabe. Fue su verdadera escuela. Tras el periplo francés, vuelve a Jerez y monta un pequeño taller en su casa donde trabaja de nuevo, sobre todo en el tema ecuestre. Un día, ve un anuncio de una oferta de trabajo en Tenerife en el que requerían un profesional del calzado. Con el único pensamiento de que no tiene nada que perder, coge las maletas y “vuela” de nuevo.
NACIMIENTO DE SU FIRMA
Es en esta época cuando conoce al diseñador Lucas Balboa. Es a él, que buscaba unos zapatos para su colección, a quien con el único pensamiento de que no tenía nada que perder, decide enseñarle su trabajo. Un trabajo que al dedicarse al tema ecuestre, nunca había visto la luz: “Yo hacía zapatos para mí o para mis amigos, pero nunca había sacado mis diseños”. El diseñador tinerfeño, queda encantado con su trabajo y es este el momento en el que adquiere la fuerza suficiente para lanzar su propia firma.
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Pero la crea y desarrolla en Tenerife. Es por ello que hoy, dando un nuevo paso en esa valiente trayectoria, decide instalarse en su pueblo, La Barca de la Florida. Pese a lo arriesgado que pueda parecer, Abraham está seguro de su trabajo y siempre ha tenido claro que su felicidad estaría por encima de lujos. “Yo estoy muy a gusto en mi pueblo, con mi familia y amigos de toda la vida, y quiero estar aquí”.
Sabe que esta decisión puede provocar que el cliente entre de manera más lenta, pero la experiencia y su carácter trabajador, le ha llevado a afrontar esta etapa con una visión positiva: “Soy consciente de que aquí el cliente va a entrar mucho más lento, pero si eres bueno y das buen servicio, la gente llega a donde estés.”
Tras concederle el Ayuntamiento de Jerez el premio Ciudad de Jerez a la Creación el pasado 2015, Abraham Zambrana inaugura su primer showroom oficial. Comenzó a trabajar con piel de manera autodidacta y antes de terminar el colegio, ya empezó a instruirse de la mano del guarnicionero Manuel Vergel. “Por las mañanas iba al colegio y las tardes las pasaba en casa de Manolo aprendiendo.”
Fue este, quien le enseñó a hacer monturas y el que más tarde le animó a presentarse a las pruebas para poder cursar sus estudios en La Real Escuela de Arte Ecuestre de Jerez, donde estuvo estudiando. Es precisamente allí donde tras dos años de estudios, conoce a unas personas que vienen de intercambio, a través de las cuales se informa de que existen en Francia cursos reglados en este ámbito. Abraham tiene que trabajar bastante hasta que consigue plaza para seguir formándose en el país vecino, pero sin subvención ninguna; Debe correr él con todos los gastos. Su ambición es tal, que además de vender algunos objetos de valor, se pasa el verano trabajando para poder irse. Y lo consigue.
Allí estudia en el Liceo Agrícola de Mirandes donde su objetivo es especializarse en hacer monturas inglesas, que es lo que enseñaban. Pero pasado un tiempo, el curso le decepciona porque el nivel de formación no cumple sus expectativas. Llega a echar incluso de menos la formación de La Real Escuela de Arte Ecuestre que era bastante superior. Aun así, no cesa en su empeño, y a pesar de sentir cierta decepción y pasar un duro periodo de adaptación al país y al idioma, la recompensa le llega el día que conoce a un zapatero artesano. Fue en ese momento cuando supo lo que quería hacer: “Al entrar en aquella zapatería, me enamoré de lo que ese hombre hacía y lo ví claro”.
EN FRANCIA ENCUENTRA LA HORMA DE SU ZAPATO
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Compagina sus estudios con el trabajo en la zapatería durante una temporada, hasta que decide dejarlo todo para emplearse totalmente con el artesano francés. Le propone quedarse trabajando sin cobrar: “Yo le digo que no quiero dinero. Que tan solo me quedaría teniendo alojamiento y comida”. Con él pasa casi un año y medio trabajando muchísimo, pero como pago, el artesano dedicaba un día a la semana completo a enseñarle. Abraham le debe a este artesano del calzado gran parte de lo que es hoy. Él le enseñó casi todo lo que sabe. Fue su verdadera escuela. Tras el periplo francés, vuelve a Jerez y monta un pequeño taller en su casa donde trabaja de nuevo, sobre todo en el tema ecuestre. Un día, ve un anuncio de una oferta de trabajo en Tenerife en el que requerían un profesional del calzado. Con el único pensamiento de que no tiene nada que perder, coge las maletas y “vuela” de nuevo.
NACIMIENTO DE SU FIRMA
Es en esta época cuando conoce al diseñador Lucas Balboa. Es a él, que buscaba unos zapatos para su colección, a quien con el único pensamiento de que no tenía nada que perder, decide enseñarle su trabajo. Un trabajo que al dedicarse al tema ecuestre, nunca había visto la luz: “Yo hacía zapatos para mí o para mis amigos, pero nunca había sacado mis diseños”. El diseñador tinerfeño, queda encantado con su trabajo y es este el momento en el que adquiere la fuerza suficiente para lanzar su propia firma.
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Pero la crea y desarrolla en Tenerife. Es por ello que hoy, dando un nuevo paso en esa valiente trayectoria, decide instalarse en su pueblo, La Barca de la Florida. Pese a lo arriesgado que pueda parecer, Abraham está seguro de su trabajo y siempre ha tenido claro que su felicidad estaría por encima de lujos. “Yo estoy muy a gusto en mi pueblo, con mi familia y amigos de toda la vida, y quiero estar aquí”.
Sabe que esta decisión puede provocar que el cliente entre de manera más lenta, pero la experiencia y su carácter trabajador, le ha llevado a afrontar esta etapa con una visión positiva: “Soy consciente de que aquí el cliente va a entrar mucho más lento, pero si eres bueno y das buen servicio, la gente llega a donde estés.”
